martes, 10 de mayo de 2011

¡ SI MI MADRECITA VIVIESE...!


SI MI MADRECITA VIVIESE…!


RELATO

A ti Xela, que vives dolorosamente resignada en tu existencia entre las albas lucidas paredes del hogar, en la única compañía de tu luirdo padre por su longeva vida; huérfana de tu amada madre desde hay diez años, separada de tu marido, no divorciada, sintiendo tu alma mustia por las inexorables tundas recibidas de las manos de tu amado, palabras de sus labios fluyendo candentes , calcinando los latidos de tu corazón, que por el asistes a tu irremediable ocaso , al verte avanzando a total inmovilidad de tu cuerpo, y como los días se te van yendo envueltos en la amargura, la calma, ante tan ingente tormento . Quiero Xela, en estas líneas recordarte, haciendo un compendio de tu vida, existir , con un nombre en pseudónimo.
De niña , Xela, siendo tu la mayor de diez hermanos, niña de muy noble corazón que las circunstancias obligan a que madures antes de tu tiempo, por sus lances te dar, tu corazón todo meollo, tiene cabida tu amada familia, en primer lugar, tu madre, tu madrecita querida, que para aliviarle tareas te ibas dos días a la semana hacia el miñoto río, y allí en bañador lavabas con brío la ropa de tus hermanos, sábanas… y luego ya dispuesta para ser puesta en el tendal, te zambullías en el agua y cómo una sirena, ibas en donosura nadando ante las miradas de envidia al verte en tu innata maestría, y en medio del arborio, en medio de las claras aguas, hacías lindas piruetas  que en ambrosía las aguas embellecían, para luego en tu sencillez ponerte tu sencillo vestuario e irte hacia casa, en un contento que hasta el mismo viento subyugado por ti se sentía.
En tu juventud, mocita hermosa, lozana y donosa, te ves en la necesidad de abandonar tus estudios escolares para irte de empleada del hogar, así, acrecentar los ingresos de tus padres y sacar (en mediana holgura)  a tus hermanos/as adelante.
Solías inmolar tu preciado solaz en el afán de prestar ayuda a tu madre en la egregia y a la vez difícil tarea de educar a los hijos, como el de mantener el hogar brillante como si fuese una bandeja de plata; ardua tarea la tuya , pendiente que la armonía pululase a sus anchas por la intimidad del hogar.
Mocita alegre, risueña, deferente con toda gente, bienquerida por tus padres , referente de tus hermanos, aliciente en el hogar, tan sencillo por humilde como augusto por las insondables nítidos modales.
El reloj del tiempo no se detiene, y en su imparable pasar tu te forjas en una beldad de mujer , en tu innata alegría y donosura respetuosa y responsable con la regalía del cielo de saber disfrutar de las fruiciones en el seno familiar, solventar en la medida un imprevisto perturbando tu hogar, tu santuario, sabiduría engebre de guardar secretos de amistades, así , se mantuviesen unidas, centro de ellas tú, en la deferencia de tus amigos y amigas que en la vera amistad, tu presencia requerían.
Eran en ti , más las delicias que amarguras , ya que aflorando la segunda en tu hogar, tu almo santuario, se veían en partículas al aire, que en primacía triturabas sin miramientos.
El decurso de tu vida iba yendo bienhadado, hasta que un día conociste por azar, a un apuesto mozo, del que desde el primer día te viste perdidamente enamorada, de tal manera, que de nada servían los consejos (no pedidos) dados por tus amistades, por tus padres, de que te fueses alejando de aquel amor que venía de lo mas pernicioso para ti, trocado en eximio, siendo de lo más solapado.
Te casaste en la más dulce ilusión, de toda novia, enamorada de tu pareja, en densos anhelos de formar un hogar dónde imperase la dulzura del amor, el existir en la unión, de la pasión y desolación, dos vidas, una sola en comunión de la dulce dilección.
Poco , muy poco tiempo tardaste en sentir en tu piel la primera desilusión, el primer palo sin compasión, ya que deseando ardientemente ser madre de numerosa familia, viste truncados  tus anhelos, cuándo te dicen varios doctores que tú nunca podrás sentir en tus entrañas un hijo. Asimilar el duro golpe, te llevó una temporada, mas, tu cariño en tus sobrinos que en su ingel dulzura iban cubriendo la impía mella en tu corazón y cual segunda madre, les aconsejabas, te jactabas de tener los niños mas estudiosos y bellos; una madraza.
Tu hogar, tu dulce hogar, se vio tempranamente en la brava desolación, en la primera discusión, tu marido cubre tu cuerpo de tundas, dejándote amoratada, teniendo que por ello guardar cama, le perdonaste y seguiste a mirarte en sus ojos, en la símil ternura en la que te casaste, así mismo perdonado las que le fueren sucediendo, tal cómo aquél día, que estando ambos en una romería , sin motivo aparente, te estampa una sonora bofetada en la mejilla derecha, tan sumo contundente hecho,  que pierdes el equilibrio y caes de bruces en un charco de fango, allí todo tu cuerpo mojado sobre el pone su pie, para así te sintiese bien prieta, a la vez queda ante numerosas asombradas miradas, y tú mascullabas palabras llorando, rogando una mano salvadora, te levantaste de aquella inmunda sevicia, ¡nada!, nadie a ti acudía, y el pie en ofania premiendote seguía, así un tiempo que a ti  te parecía infinito, hasta que una anciana herida en la sensibilidad de su alma, abriendo paso por entre el gentío, aparta de tu cuerpo el bravo pie, te yergue del fango , te consuela, te da ánimos, y te encamina hacia el hogar familiar, tus padres , tu madre querida, que al verte enlamada de pies a cabeza se sobrecoge de la magna braveza y te consuela, te anima que te olvides de el, que sin prisas dirijas tu mirada hacia otros horizontes, dónde quizás halles el amor de los amores, tu amor soñado desde niña.
Tú, esposa enamorada, hasta las recónditas entrañas, nuevamente le perdonas y decides recalar a tu hogar, morada de lágrimas de tu alma y de tu corazón, en el cual sigue el vezo  en taimado marido tuyo, que tan pronto adentrarse en el hogar, desahoga en tu ya feble cuerpo todas las adversidades, la maldad que otros dejan recaer en su perniciosa persona, de tal modo que , paliza tras paliza, te va dejando sin dentadura, hechuras bajo el techo, que tú ansiabas en dulzuras.
En tan magno dolor, amor en tu ser imperecedero, tus ánimos se iban de tu ser ahuyentando en tu detrimento. En el mero hecho de animarte, diste en la socaliña de embriagarte de bebidas alcohólicas, sorbo a sorbo, ibas haciéndote con la fuerza necesaria para soportar tal magnitud de braveza, hasta verte supeditada a la droga líquida.
Tus padres, pasivos, asistían a un existir  que de ti lo anhelaban en las espesuras de la lejanía , en éses deseos, su contento se iba al devalo día a día , volviéndose una impía quimera , el volverte a ver como en los años idos y días.
En tu dolor en demasía, asistían, como caminabas cual bebé  va avezando en su caminar, bambeando de un lado a otro, cómo de bruces al suelo caías, y en tu gran amor, te dirigías a tu hogar, averno de martirio, cómo te encaminabas al hogar de tus amigas, rogando te comprasen tu vistosa ropa, para que con ella te diesen comida y tu precisada bebida, lo consigues , te compran la ropa , a troques te dan comida, vino y licores, luego tú , en tu punto puesta, a veces al horror de tu amor te enfrentas, y en tal afrenta , por el suelo ruedas, lloras, te desesperas, y sigues en la teima por hacer de él el amor soñado.
Tu madre te aconseja lo abandones, tu padre desiste de decirte algo, sólo mira.
Has vendido todo tu vestuario , ahora , en la inopia integral , te encaminas a los hogares visitados, y ves con gran pesar que no eres bien recibida, y ya nada te dan , ni siquiera un sorbo de agua ,que de dártela, la rechazarías, y ahí , es cuándo se te cae el velo que pende de tus ojos, ya que les ruegas te hagan compañía  a las amigas que aún permanecen solteras, y éstas te rechazan , ni te saludan si por la calle te topan, y tú, que ahora, ardientemente deseas una mano cálida, que te aparte con arrojo del hogar, del hoyo en que te ves sumida, y tu voluntad manida en nada te ayuda, al envés, de tu hoyo, hacen una sima.
Desnortada, te diriges al hogar de un casi anciano matrimonio, que desde niña te conocen y cómo si fueses hija te quieren , te acogen con ternura, te preparan la comida que a ti se te antoja, excepto la bebida, que te dan agua, y tú te enojas, les recriminas tal hecho, les exiges tu buen vino, ellos te responden en su fiel cariño que de ellos no tendrás esa bebida, que te alimentes bien y te armes de valor para salir de tu impía sima , que desistas del empeño  de ver flores, donde sólo hay espinas, que mires otros horizontes, que quizás, en uno de ellos halles el amor de tu vida.
Decepcionada , dejas de acudir al hogar del matrimonio anciano, y ya te das cuenta que no tienes a dónde acudir, te miras al espejo, y te ves con cuarenta años de edad cómo si fueses una anciana de noventa años, no te reconoces, lloras por verte desaliñada, avejentada y fea, delgada cómo una momia, te resignas y sigues sintiendo  cómo el hambre te va consumiendo, todo por no acudir a tu madre pedirle alimentos , para no hacerla sufrir, sin llegar tú a entender, que por ti sufre lo increíble  y asiste pasiva a tu detrimento, a tu falta de autoestima, falta de valentía  para salir por ti misma de la sima , y caminar presta por caminos que den aliciente a tu vida, aunque para ello, te veas llagada en las espinas de la vida.
Hasta que un buen día , si, buen día , que tu marido,  conociendo a otra mujer, te abandona para irse a vivir con ella , y tú desconsoladamente lloras tal decisión y decides salir cada día en busca de él , y lo hallas, hallas a los dos, y sientes en tu piel y tus entrañas cómo te hieren las carcajadas sobre tu fealdad, tu cuerpo bambeante, tu mustia mirada, y callas , sólo escuchas y sigues a diario la estela de él, sólo para saber si se halla bien saludable  y limpio en su vestuario, hasta que el cansancio se apodera de ti, y el desánimo en puridad se le coliga.
Ahí Xela, decides acudir a los brazos de tu madre,  que anhelaba tal momento para su dulce amor ella darte, pena que en aquellos momentos , se hallaba sufriendo un cáncer en su fase terminal , y su vida, su refugio, muy poco te duró. Se murió llevándose consigo, la suma pena de dejarte baldía del amor que veramente tú querías, y que por tu nobleza lo merecías, y que asemejaba que huidizo de ti se quería.
Velaste el cuerpo de tu amada madre, sintiendo que tus entrañas se volvían jirones y al cielo dirigías tus maldiciones, no eras tú, era tu corazón en la desolación que no aceptaba del cielo imposiciones, y tal vez por ello , incapaz fuiste de estar presente en la Eucaristía  y en el entierro, desde la ventana miraste el cortejo fúnebre, y tus lamentos con ella se fueron, en tanto tu ser adoptaba desde ese momento no tomar alimento alguno, de esa manera viniera pronto tu adviento al Edén, y así vivir en la estadía que habías ofendido, y que realmente creías que en ella vivía, vive, Dios Divino.
Tu padre, ya hombre viudo, malpocado por la marcha de su esposa, arisco contigo, te exige , que del dinero  que tú percibes mensualmente del Estado, por tu estadía paupérrima, le pases casi la totalidad para alimentos y alojamiento. Tú asientes y accedes, y te reafirmas en no manducar nada, ni siquiera beber, nada quieres, excepto irte de esta vida que te viene siendo  de infierno y a veces llegas a la puerta del Más Allá, y estando a punto de adentrarte, te despiertas en la tierra y sigues en la temosía, ya que al volver del hospital , al hogar paterno, hogar dogmático, vuelves de nuevo a negarte a tomar alimentos, y tú alicaído feble cuerpo, desmayado , cae de bruces en el suelo, otras ,sufres delirios ,y en ése trance gritas a todo pulmón , el nombre de tu marido, ruegas acuda a tú lado.
Así , Xela , transcurren unas temporadas, hasta que al fin , oyes lo que tanto ansías , tu marido ha sido abandonado por la mujer con la que convivía. Ahí, comienza una nueva era para ti, no menos artera que la anterior, decides en alimentar tu famélico cuerpo, como también le dices a tu padre, que si tu marido timbra a la puerta, que no le abra, que tú no deseas verle. Así tal y cómo tú lo intuyes , así acontece.
Sabido él, de tu paga mensual, se devece porque  le abran la puerta, hablar contigo, acceder a tu corazón ; tú , que oyes el sonido del timbre, y sabes que es de él , lloras, lloras por que queriendo no puedes convivir con él , el miedo te puede, y esperas a verlo desistir de su empeño, en su caminar lento y cabizbajo , en tanto tú , lo miras detrás de la ventana, amparada por las relindas cortinas, y lloras , lloras amargamente, al ver como su imagen se aleja de tu visión.
Y permaneces mirando para la gente que pasea, unos en su lento caminar, y otros a toda prisa, y tú esperando a que tu padre te lleve al asiento , pues , ya no puedes tú mover los pies, eres una mujer inválida, que necesitas de unos pañales, tu cuerpo no obedece órdenes del cerebro, es por éso que llevas pañales cual bebé , necesitas te preparen la comida, que te vistan, calcen, te peinen, ahora Xela , aquí es cuándo tú deseas volver a la vida, y tu resignación de gran valía, se vuelve efervescencia , eso si, silente, excepto para tu confidente, que desea ayudarte , y se ve de lo más impotente por las sebes de tu gente, que ahora les viene a las mil maravillas  el tenerte, pues tu paga del Estado se ha incrementado, con el añadido de que el que de ti cuida , le pagan una considerable cantidad mensual, y total ,para lo que contigo se esmeran, que cómo tú dices, ¡ni me llevan de paseo, ni a reuniones, nada!  Me dejan aquí delante del televisor y al lado del teléfono, que yo puedo descolgar, pero no marcar números para hablar con quine yo desee ¡no soy nada!, o si, soy ná ,de la nada, y mi existir se reduce a estar en sus manos, para cuándo consideren que lo necesito, no cuándo yo lo necesito realmente, pero mira , si mi  madrecita viviese, yo no estaría en estas lamentables condiciones, ella removería tierra  y aire , para que yo me viese bien, ¡ahora, resignación, callar, esperar que Dios se recuerde de mi ,y me lleve al lado de mi madre!.
Y a todo esto, que nadie te diga de divorciarte, si lo hace, verá tu gran carácter, y yo pienso, creo que sin equivocarme, que al verte tu tan manida, y a él robusto ,intuyes serás la primera de los dos en irte a la ignota estadía en tu amor vero, imperecedero, siendo él cómo lo ha sido, un haragán, tu deseo será (digo yo) dejarlo en viudo gorecido, porque a pesar de los pesares ,él vive y vivirá , en el meollo de tu corazón, en amor florido, cómo en su día fue concebido.
Inmensa amargura genera, que esas manos, que un día tu cuerpo, dulcemente amaron, lo llevaron hasta el séptimo cielo, fuesen  luego un infierno, la causa por la que tus derroteros te llevaron hasta impía sima, exornada de densas sevicias, cuyas secuelas, hicieron de ti una inválida.
Dios te bendiga Xela, te siga dando gran voluntad para afrontar todo lo averno que te espera , y que éste compendio de tu infausta existencia, desde que contraiste matrimonio , por lo civil y por la iglesia, sirva para que tanto hombres como mujeres  ( hombres hay en nuestra sociedad que son inexorablemente ultrajados por su esposa , que se ensaña cruelmente en hacerle la estadía de lo más infernal, llevándolo hasta la desesperación, incluso a perder el placer de vivir , y por vergüenza se lo callan) cambien a ser más comprensibles, allanando el camino uno al otro, apartándose de esa fiera que todo ser llevamos dentro , o al menos aprender a domarla para no hacer daño a los demás , así de ése modo la humanidad, triture toda apariencia, ironías, por la verdadera, siendo ya tú Xela, la última mujer que sufre lo indecible , por adueñarse de tu corazón un amor portentoso, amor ciego, que no atendió ni atiende a razones, un amor verdadero, aldrajado por el de él , del modo más artero ¡ojalá así sea!, que la cordura impere en todos los rincones del mundo. Yo , abogo por ése futuro.
Obra al óleo .Ana Arias Saavedra

Ana Arias Saavedra








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